
En inglés, la palabra coach significa entrenador, ya que
proviene del mundo del deporte, pero coaching es más que un entrenamiento, es
un proceso de aprendizaje, ya que nada ocurre sin una transformación personal.
Este proceso transforma nuestra forma de estar en el mundo, ya
que al cambiar nuestra forma de observar, podemos modificar también nuestra
manera de actuar, de operar en el mundo. Por lo tanto, también nuestros
resultados serán diferentes. Se trata
de aprendizaje más transformación.
El coaching es un proceso provocador y desafiante ya que
requiere cuestionar las estructuras rígidas de nuestra forma particular de ser
y de nuestras antiguas concepciones.
Durante el proceso el coach actúa como detective, el detective no es juez; se trata de investigar, no de juzgar.
Desde el coaching abordamos la situación haciendo foco en la
brecha entre intenciones y resultados, indagando en los supuestos, en la
fundamentación de los juicios, en sus percepciones o emociones, etc. Buscamos
cómo asumir responsabilidad frente a las circunstancias, explorando
alternativas y diagramando cursos de acción para generar aprendizajes que lo
lleven a expandir su capacidad de acción efectiva, que se manifestarán en la
generación de nuevas respuestas.

Como proceso, coaching es una invitación a salir de la zona
de confort para cuestionar y cuestionarse el modo de pensar, de comunicarse, de
observar, de actuar, para aprender nuevas respuestas ante los viejos y nuevos
desafíos.
Responsabilidad es otro punto fundamental, es como responder
frente a las situaciones o circunstancias.
Ante la pregunta ¿por qué cayó el objeto?, algunos responderán “por la
fuerza de la gravedad”; otros dirán “porque lo soltó”. Ambas son respuestas válidas, entonces ¿Dónde
radica la diferencia? En la primera
explicación estaremos poniendo la responsabilidad fuera de nosotros (fuerza de
la gravedad); en la segunda asumimos responsabilidad (yo lo solté). Cada una de ellas genera respuestas y
acciones claramente diferentes.
En una explicación irresponsable dice: “yo no tengo nada que
ver con lo que pasa… ni con su solución”
No asumo la responsabilidad, me declaro inocente, pero al mismo tiempo
también impotente e incompetente
Haciéndome cargo del problema, puedo ser parte de la
solución. Por ejemplo se cayó el sistema, aquí no me hago culpable, ya que no
elegí que se cayera. Asumo, sí, el poder
está en mis manos, comunicando el
inconveniente y solicitando ayuda o pidiendo sugerencias; me transformo en
protagonista.
¿Qué historia preferirías contar? ¿La historia de la víctima
o la historia del protagonista?
Mi ser es definido desde mí, no desde la actitud del
otro. Actuamos como somos, pero también
somos como actuamos. La acción genera ser.
Puedo elegir.

Otro tema fundamental está relacionado con los modelos
mentales.
En conclusión, si queremos obtener resultados que nos
aproximen con mayor eficacia al objetivo deseado, habrá que enfocar no en las
acciones, sino en el tipo particular de observador que cada uno es, en nuestros modelos mentales, en nuestras
interpretaciones del mundo. Con toda
seguridad, las acciones consecuentes y sus resultados serán diferentes.
La tarea del coach consistirá en ayudar al consultante a
aprender a ser un observador diferente.
Coaching es un tipo particular de aprendizaje que requiere trasformación
personal.

En su carácter de detective, el coach, mediante herramientas
conversacionales, indagará profundamente, hasta en aquellas cosas que se
presentan como obvias desde el punto de vista del consultante. Junto con él, buscará verificar peldaño a
peldaño, la veracidad de sus inferencias, juicios y razonamientos.
Descubrimos que nuestras opiniones, a partir de las cuales
actuamos en el mundo, están muchas veces distorsionadas por creencias
infundadas que fueron construidas en una sucesión de inferencias.
A veces basta con revisar el modo en que el consultante alega
o indaga, para que ocurran profundos insights
en reacción con el darse cuenta o considerar como es parte contribuyente en
cada situación.
(Artículo basado en el libro de Leonardo Wolk, “El arte de
soplar brasas”)
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